domingo, 14 de febrero de 2016

¿VAYA LÍO CON LA CONSANGUINIDAD?
Por Alejandro Cuervo

Una de mis mayores preocupaciones como criador de roller es la elección de reproductores. El lector se dará cuenta que desgrano aquí mi impotencia e ignorancia en este asunto, dado que parece no haber método alguno que asegure, al menos en parte, recoger frutos proporcionales a nuestros desvelos. Quizá por eso esta afición nos engancha tanto.
Escribo con la esperanza de iniciar una pequeña "tormenta de ideas" Sobre muchos de los conceptos que me dan vueltas en la cabeza sin llegar a conclusiones definitivas, lo cual me ha cimentado una justa fama de interrogador pesado entre mis pacientes, aunque lejanos geográficamente, compañeros de canaricultura.
Evidentemente, y en eso coinciden todos mis consultores, en lo primero que uno debe fijarse es en la calidad del canto del macho y de la familia de la hembra. Después, en su salud, fenotipo y, si son adultos, en la experiencia como reproductores en años anteriores. Hasta ahí, no parece muy complicado.
Donde empieza mi problema, es en el grado de parentesco de los  componentes de la pareja. Todo el mundo me dice que debo crear mi propia línea. Las opiniones que recojo coinciden en que mis pájaros han de tener una homogeneidad, que lógicamente proviene de un cierto parentesco. Pero enseguida se me advierte que tampoco dicho parentesco debe ser muy cercano. Excelentes aficionados hablan de no criar con ejemplares que tengan idéntico antecesor antes de la cuarta generación. Para criadores, como yo, de pocas parejas, es un dilema. O tus canarios no tienen genéticamente nada que ver, porque todos los años adquieres varios, o son casi hermanos.
Si uno estudia la formación de las razas de animales domésticos,  siempre se encuentra con crianza en grados altos de consanguinidad. En animales en libertad, las bandadas, manadas o harenes suelen estar formados por individuos muy próximos genéticamente, y se tiende, en entornos geográficos aislados, a desarrollar caracteres distintivos que dan lugar a subespecies. En especies en peligro de extinción, se obtienen buenos resultados criando a partir de muy escasos ejemplares.
Esta parece una buena observación, que mis amigos me desmienten enseguida con una opinión mayoritaria de que la cría entre parientes próximos da como resultado ocultar virtudes y exagerar defectos.
¿Cuál es el factor que, en la naturaleza, parece impedir la aparición de taras? La competencia. Sólo se aparean los individuos de mejores  características: salud, juventud, tamaño, canto, belleza, fortaleza... Se evita, por simple superioridad física o por poseer características del agrado de la hembra, el que individuos con defectos puedan acceder a reproducirse.
En canaricultura, es habitual para gente como yo caer en el error de que un pájaro con problemas de salud, o con defectos de fenotipo, entre a formar parte del plantel de cría por tener orígenes excelentes, canto magnífico o cualquier otra cualidad del agrado del criador. Siempre se me advierte que hay que ser escrupuloso al máximo. Así como no se debe, si es posible, introducir un macho con un canto con defectos (oigo con frecuencia que siempre será mejor criar con lo más destacado en canto y orígenes, aunque se le adjudiquen demasiadas hembras a los mejores machos), a las hembras hay que seguirlas, y evitar criar con las que hayan tenido problemas de salud, de desarrollo, presenten tamaños pequeños o plumaje imperfecto, por muy buenos que sean sus ascendentes, descendientes o hermanos.
He seguido, de primera mano y para mayor confusión por mi parte, cruces entre hermanos y entre hermanos hijos de hermanos, observando mejorías en el canto y ninguna debilidad física. Para mis escasas luces, la genética, y más en pájaros de canto, es impredecible. La veo como una coctelera. Puede salir dominante cualquiera de los genes que introduzcamos. Por eso creo necesario que los "componentes del cóctel" sean cada año los mismos, mejorados. Trato de convencerme a mí mismo de que he de criar con los pájaros que mejor puntuación hayan alcanzado, siendo muy exigente, y con los padres y hermanas de éstos, así cada año. Siempre, de los buenos, los mejores. Iré fijando en mi criadero los giros que más me gusten, introduciendo cada vez más ejemplares que hayan demostrado tenerlos y transmitirlos. A la vez, desecharé los ejemplares que no me satisfagan. Cada vez la "coctelera" tendrá más de lo bueno y menos de lo que no nos atraiga, en canto, fenotipo, salud, comportamiento, talento, etc. Sólo así lograré fijar mi línea, me repito incansable.
Una vez asimilado, no sin esfuerzo, lo anterior, me asalta de repente una tremenda duda, con gran preocupación incluida: el mantenimiento en el tiempo de dicha línea. En pocas temporadas, si no introduzco sangre nueva, se me asegura que la calidad se irá reduciendo. Para alegrarme, me ofrecen soluciones: es muy bueno, para subsanar lo anteriormente dicho, disponer de una línea de apoyo, que se nutra de pájaros que, en un principio deberán tener ningún parentesco pero sí características similares a los nuestros. Si de esa línea introduzco cada año uno o dos ejemplares en la principal, ésta refrescará y se irá adaptando a la de reserva, por cercanía, ya que poseerán genes comunes, aunque en menor medida, con lo que reduciremos las incompatibilidades que se producen entre una pareja de orígenes muy dispares. ¿Y cómo, me pregunto, puedo tener dos líneas si para criar con una me vuelvo loco, y además no tengo espacio?.
Estas reflexiones, preguntas y respuestas entre amigos y compañeros de afición, no tienen una base científica técnicamente válida, pero sí poseen un contraste empírico muy importante. Muchos canaricultores de éxito basan en el sentido común (si quiero caballos grandes, tengo que criar con caballos grandes) su planificación de cría. Los fracasos, vengo a concluir no sin dificultad para mi capacidad de análisis, vienen de decisiones incorrectas en el corto plazo (adquisiciones e introducción sistemática de canarios campeones de distintos criaderos, cría con hembras ligeramente enfermas, quitar importancia a una pequeña falta en un cantor excelente, etc.), de desilusiones en un año con malos resultados (si son hijos, nietos y bisnietos de excelentes pájaros, aunque una temporada bajen las puntuaciones hay que seguir criando con la línea, y escoger, de los noveles, los mejores). Es el ejemplo del fútbol: fichando todos los años a jugadores estrellas, nunca haces bloque de equipo.
Me gustaría que alguno de los excelentes canaricultores que leéis estas líneas os animaseis a escribir vuestra experiencia, siguiendo el excelente ejemplo de José Expósito, cuyo método impecablemente explicado me ha aclarado ideas, pero que me resulta, por falta de espacio y de tiempo, imposible de aplicar para mis ocho parejitas.

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